Era tarde y todos temíamos la mediocridad de la luz.
Raquel odiaba los papeles pintados y sus mil rostros,
Ruth no decía nada su voz era de vela.
Y yo nunca dejé de contar estrellas.
Mi tio me enseñó todos los seres que pueden asistir
cuando llega la noche y el jabalí gruñe plateado.
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